miércoles, 20 de febrero de 2013

Viscoso... Pero sabroso!


Este post está dedicado a la familia, pero sobre todo a mi abuela, que es a quién más le preocupa el tema: la comida.


Una semana después de llegar al hotel tuvieron el detallazo de ampliar el horario del restaurante, y la verdad es que es un lujo. Para desayunar de 6 a 10h, para comer de 12 a 15h y para cenar de 18 a 22h, es perfecto.

Para comer y cenar solemos ir a la hora que el cuerpo nos lo manda, sin complicaciones.  Para desayunar ya es otra historia, porque Joan e Isaac se van a entrenar a las 6.30h y prácticamente abren ellos el restaurante. Y yo... bueno, yo casi que lo cierro, para qué engañaros!

Lo más importante es llevar la chaqueta, porque ponen el aire acondicionado demasiado fuerte para mi... "achís achís" en cuestión de segundos, ya me conocéis. Pero en cuanto me ven los pingüinos, digo, los camareros, tienen el detalle de apagar el aire acondicionado. Igualmente me he acostumbrado a ir con chaquetita y todo, no me va de ahí.

El restaurante no es muy grande, pero es más que suficiente. En el centro hay una mesa grande donde están las bandejas con la comida buffete que ofrecen. Normalmente hay entre 6 y 7 platos distintos a escoger, incluyendo siempre sopa, arroz, pasta, carne, pescado y patata hervida, todo esto en sus mil variantes. Llevamos aquí un mes y quizás han repetido algún plato tres veces, pero no más! No es que tengan infinitos ingredientes, pero tienen la habilidad de mezclaros de maneras ingeniosas que no están nada mal! También hay ensaladas, fruta y postres variados, la mayoría bizcochos con formas y colores distintos, pero que al fin y al cabo, son bizcochos. La sandía de aquí me recuerda mucho a ti yaya, nunca había visto tantas pepitas juntas! Aquí tendrías mucho trabajo para quitármelas todas, ¿eh? ;) Guapa, ¡te echo de menos!

Y hoy nos hemos llevado la gran sorpresa con una de las variedades de la pasta. Ayer confesé a mis amigas mi necesidad urgente de comer spaguettis con tomate solís y parmesano en polvo y... voilà! Sueño hecho realidad!! Ahí estaban, en el tercer gastro... Mamma mia, vaya plato de spaguettis con tomate frito riquísimo, carne y mozarella gratinada por encima que hemos comido!! Miris, Cristi, Marta, dentro de poco os hablaré de la nocilla o los donetes, a ver si tengo la misma suerte!

Pero lo mejor del restaurante, sin duda, es el mundo que se esconde bajo esa enorme mesa central. Está cubierta por un mantel que llega hasta el suelo, de manera que el vacío que queda bajo la mesa no se ve, pero que hace unas semanas descubrí que no hay ni un centímetro cuadrado libre! Guardan de todo ahí debajo, desde gastros hasta platos, cajas y alcohol de quemar, y seguro que algo más que se me escapa, pero prefiero no indagar mucho más, la verdad. A excepción de algún bichillo africano que se cuela en el restaurante, está todo muy limpito, así que no podemos quejarnos.

Los manteles yaya... te horrorizarías. No es que sean feos, porque además tienen el gusto de cambiarlos de vez en cuando, pero es que no hay ninguno que sea matemáticamente cuadrado. Deben medir las mesas como yo porque no encajan! ¡Te necesitan!

Y los viernes es el día estrella. Es el día en el que hay aún más variedad, pero todo es típico angolano. Hacen una pasta blanca que se llama funge, unas habas que se llaman feijou (o algo así) y alguna cosa más que no identificamos, además de, arroz y las patatas hervidas habituales. Al principio hacía gracia, pero el tercer viernes nos fuimos a la pizzería que tenemos al lado, ya era insostenible.

Pero el viernes pasado, la comida supuso un antes y un después en nuestras vidas. Mejor dicho, en las vidas de Joan e Isaac, porque yo fui incapaz... de comer una oruga. Buff, se me pone la piel de gallina sólo recordarlo, eeecs!! En el cuarto gastro, sospechosamente más pequeño de lo habitual, ahí estaban. Un montón de orugas del tamaño de mi dedo pulgar. Salteadas con cebollita, qué detalle. Y con todo el valor del mundo, Joan cogió un platito pequeño y una única oruguita en el centro, cual delicatessen. La de Isaac venía con la cebollita enganchada y todo. Mientra ellos se preparaban psicológicamente para comer eso yo fui escopeteada a por la cámara, una cosa así había que inmortalizarla. Y ya os podéis imaginar (y más abajo ver) a Joan cogiéndola con la mano, acercándosela a la boca y mirándosela detenidamente, autoconvenciéndose que "es como comer una gamba, sólo que no estamos acostumbrados". Y... ñam! Con media oruga entre los dedos, la otra media en la boca y una cara de asco impresionante, dijo que era crujiente por fuera y tierna por dentro, y entonces se la tragó. En ese mismo instante, se levantó y soltó un "no puc, ara vinc" y se fue. Cabe decir que no comió mucho más después, y no me extraña... por lo menos ya puede decir que ha comido Catatos, que así se llaman estas oruguitas. El valiente de Isaac repitió. Yo me limito a repetir "eeecss".

De verdad yaya, que dejando a un lado los catatos, comemos de maravilla! Muchos besitos!!








viernes, 15 de febrero de 2013

Carnaval



El pasado día 12 fue la gran fiesta de Carnaval. En realidad las fiestas empezaron el 9, o el 10, o incluso el 13, eso nunca lo sabremos con exactitud, porque preguntábamos a todo ser viviente y nadie lo tenía claro. Sea como sea, el 12 hubo fiesta seguro porque la vimos con nuestros propios ojos, gracias al motorista Martino. Nos vino a buscar al hotel y aunque el tiempo no acompañaba, nos llevó hacia el meollo. En un mes que hemos estado aquí no ha llovido ni un sólo día, y la lluvia ha tenido que dejarse ver justo el día que teníamos planeado salir toda la tarde...

Martino no lo tuvo fácil para encontrar aparcamiento, pero por fin pudo dejar el coche en un lugar apartadito, a un paseo del espectáculo. Fuimos caminando, por primera vez por una zona de lo menos turística, con vistas espectaculares a miles de chabolas. Caminar entre chabolas sigue siendo una asignatura pendiente, todo llegará. La calle, aunque ancha, estaba repleta de gente, algunos disfrazados: cirujanos, conejitas y algún Spiderman, como siempre, y gente con el cuerpo pintado de blanco o un simple gorro divertido en la cabeza. Había mujeres que iban disfrazadas con el traje típico de aquí. Todos los disfraces muy sencillitos pero apañados. Nosotros improvisamos algún dibujillo en la cara :) Como ya es habitual, muchos nos miraban y hasta alguien nos hizo una foto, y es que esto de ser los únicos blancos llama bastante la atención, incluso en carnaval.

Aún lloviendo, Martino nos llevó a unas gradas, una zona que enseguida vimos que estaba mucho más vacía, y es que cada asiento valía 1000 Kz (unos 8 €). La carpa principal ya estaba ocupada por el Presidente y los suyos, y justo delante, al otro lado de la calle, había otra carpa, pero ya estaba llena, así que tuvimos que conformarnos con la carpa de al lado, que aunque no tenía las mejores vistas y estaba descubierta, estábamos en primera fila. Que los asientos se hubieram convertido en mini piscinas fue un problema sólo los primeros minutos, porque luego estubimos todo el rato de pie.

El espectáculo comenzó tarde por culpa de la lluvia, y aunque nos mojamos bastante valió la pena. Había unos 20 grupos que competían entre ellos con sus disfraces y bailes temáticos, la mayoría de los cuales tenían mensajes muy interesantes, como la lucha por el desarrollo de Angola o las críticas a la situación caótica y siniestra del tráfico de Luanda. Mientras disfrutábamos de un espectáculo que cada vez nos parecía más inteligente, nos estropeaba la visión algún loco o grupo de locos que la liaban. Uno se bajó los pantalones y se limpiaba el culo a conciencia con agua encharcada a cada cinco metros y otro bailaba como un loco mientras rompía un papel a pedacitos que iba tirando al suelo al ritmo de la música. Y no, no formaba parte del espectáculo, eran Jimmy Jumps angolanos, que llevan este tipo de travesuras en las venas.

Durante el desfile cada grupo bailaba una coreo que de lejos parecía bien preparada, aunque cuando pasaban cerca era evidente que cada uno iba a su bola, pero oye, colaba! Por desgracia las coreografías más trabajadas sólo las disfrutaba el presidente y su séquito, porque los bailarines se paraban delante de él y danzaban en sentido a él. Aún así, disfrutamos mucho de las cinco comparsas que vimos, y sólo fueron cinco porque cada una duraba una media hora como mínimo y no nos gusta estar solos por ahí tan tarde. Martino tuvo que irse enseguida porque el jefe le reclamó, una pena porque nos apetecía estar con él para que nos explicara cosillas y que él también pudiera disfrutar del espectáculo. Pero antes de las 19h vino a buscarnos para traernos al hotel.

A falta de Martino, durante el desfile le íbamos preguntando dudas a una chica muy simpática que teníamos al lado, y nos avisaba cuando veía un famoso o bailaban una danza tradicional. También nos dijo que su familia le había escrito un sms en ese momento, diciendo que acabábamos de salir por la tele, ella, sus amigas y tres blancos. Al otro lado teníamos a un grupito de niños de unos cuatro añitos o menos, que nos miraban curiosos y poco a poco iban invadiendo nuestra zona, que cedimos encantados. Otra niña algo mayor se nos puso al lado para examinarnos mejor, y al sonreírle disimulaba, como si estuviera ahí cerca por casualidad.

Fue genial vivir un día tan importante en Luanda rodeados de angolanos, como si formáramos parte de ellos, como si no hubiera diferencias. Pero más adelante, lejos de las gradas y donde las comparsas ya no bailaban, había mucha más gente, una mayoría que tenía que conformarse con escuchar la música de fondo y ver las comparsas deshechas. ¿Qué costaba dejarles acercarse un poco más, justo donde la zona de gradas terminaba, para que pudieran ver algo?





Las chabolas y montañas de basura se ven al fondo:









Representación de un accidente de tráfico en Luanda:













domingo, 10 de febrero de 2013

Cause this is Africa!


Internet, luz, aire acondicionado... Out of order!

Vaya dos días de averías! Ayer Internet iba más que mal, y hoy casi se nos cae la habitación encima. Tan tranquilos, Joan en el ordenador y yo enganchada al iPad y... pum! Algo ha reventado en el techo. Acto seguido se apagan las luces, así que es evidente que algo fallaba en el circuito eléctrico, aunque la tele y el aire acondicionado seguían funcionando... Hemos avisado a recepción, y nos han dicho eso de "me lo apunto y luego enviamos a un técnico..." Ya, claro.

Un rato después, aún a oscuras y viendo una peli, gotas de agua empiezan a caer del aire acondicionado encima de la mesa, donde teníamos los libros, papeles de trabajo y los carnets que estoy haciendo para el club. Rápidamente hemos despejado la mesa y, esta vez sí, hemos exigido que vengan ya a poner orden, porque estar a oscuras un rato teniendo tele, Internet y aire acondicionado, se sobrevive, pero la falta de fresquito complica las cosas, y a saber qué es lo próximo que dejará de funcionar! Además, Javi, estás muy lejos!  ;)

Dos técnicos y una señora de limpieza han venido poco después. Lo de la luz ha sido fácil, sólo hacía falta saber dónde se escondían los plomos. Ahora sólo falta que vengan a cambiar la bombilla que se ha fundido. Lo del aire acondicionado ha sido más divertido. El chico que ha venido ha aprovechado la ocasión y ha alargado la reparación durante el tiempo que ha durado la segunda parte del partido Barça-Getafe que estaba viendo Joan. Dado su interés, Joan iba comentando las jugadas con él, y entonces disimulaba y miraba el aparato y avanzaba un poco. Casualmente, ha terminado de arreglarlo justo cuando ha acabado el partido. Con el 6-1 en mente, se ha ido como una flecha y se ha olvidado los alicates. Me he dado cuenta enseguida y he salido en pijama al porche a devolvérselos, aunque en realidad no hubiera hecho falta porque al rato ha tenido que volver para darnos el mando a distancia, que se lo había llevado por error. Lo mejor ha sido cuando hemos encendido el aire para comprobar que funcionaba bien, y hemos visto que ha montado las barras al revés... Visca el Barça!


Siendo estos nuestros grandes problemas de la mañana, el resto de la tarde ha sido muy estresante:





Jijijiji! Besos!

Un día festivo cualquiera... aunque no para cualquiera.



Este lunes 4 de febrero fue día festivo en Angola, ya que se celebra el aniversario de su independencia de Portugal. Es genial cuando los festivos caen en lunes y hacen el fin de semana más largo, ¿a que sí? Pues se ve que aquí no es problema cuando los festivos y festividades coinciden, traspasan la gran fiesta al siguiente día laboral más cercano y ale, a vivir que son dos días!

En el hotel hemos conocido a un hombre de Madrid que hace más de 15 años que viaja por toda África, especialmente Angola, porque tiene algún negocio montado por aquí. Nos ha explicado varias curiosidades y costumbres de los angolanos, y alguna que otra aventurita. Una cosa llevó a la otra y este lunes pasado festivo lo pasamos con él. Es muy significativo y a la vez divertido explicar que la noche anterior, tanto Joan como yo, soñamos que este hombre nos secuestraba...

El plan era ir a la playa (en su coche), pero antes nos llevó de ruta por una zona de la ciudad que aún no conocíamos. Vimos unas casas impresionantes y embajadas de lujo (la de España es la peor sin duda!!) y también nos enseñó un tren que estaba en una colina que se ve que durante muchos años se usó como restaurante, yo se de uno a quién le hubiera gustado comer ahí! Aunque la vistas no merecían mucho la pena, por desgracia, porque más abajo había un barrio de chabolas con cabras conviviendo con sus habitantes. Los contrastes de siempre.

Después de cruzar una zona de obras y esquivar mil agujeros negros con el coche, llegamos a Ilha, pero esta vez dejamos atrás la primera playa para ir a una de las últimas. Cuando aparcamos  no parecía que hubiéramos llegado porque no se veía playa por ningún sitio. A la izquierda, hoteles, a la derecha, restaurantes. Entramos al restaurante, saludamos al vigilante, y cogimos un caminito pequeño que se dividía en dos, aunque coger un camino u otro era lo mismo: mesas, sillas, comida, hamacas, palmeras, figuritas y pijadas varias, todo esto con vistas al mar y acceso directo a la playa. Paradisíaco. Dentro, pieles blancas de todas zonas, y los únicos angolanos que había eran los camareros. Restaurante filtro, le llamó Joan, y la palabra desigualdad volvió a nuestras mentes. La playa, prácticamente vacía en comparación con lo que vimos el día anterior y limitada a derecha e izquiera por diques artificiales. Las toallas y parasoles aquí sí abundaban. El agua era clara y limpia, aunque las olas trajeron alguna botella flotando. Después de tomar el sol y un chapuzón, comimos en el restaurante y compartimos mil y una historias, además de interrogar sin cesar a nuestro nuevo amigo.

De repente, ya no recordaba dónde estábamos, ni el caos, ni el desorden de todo lo que nos rodea. Pero el contraste me volvió a azotar cuando decidí volver a la playa a mojarme los pies. La adolescencia luandesa había invadido estas playas también. Sin duda se habían "colado" pasando por encima de los diques. Niños revolcándose en la arena, pelotas de fútbol, piruetas mil, miradas descaradas... Una playa de Luanda, ni más ni menos! Són únicos, creo que me encanta! Ajenos a la desigualdad que les rodeaba ellos disfrutaban de un día de playa cualquiera. Pero algunos sí que eran conscientes de donde estaban, ya que la venta ambulante aquí era más frecuente, y por primera vez vimos un pequeño espectáculo de contorsionismo dedicado a los turistas, con la intención de ganar dinero a cambio, claro.

Nos fuimos del restaurante poco antes de que cayera el sol, y no voy a entrar en detalles numéricos relacionados con la cuenta porque aún me duele. Cogimos un buen atasco de camino al hotel, como es normal, pero llegamos sanos y salvos para la hora de cenar. 


La compañía fue realmente amable e interesante, ahora me sabe fatal haber soñado que nos secuestraba! Pero por si algún día lees esto, O., no te lo tomes mal por favor, supongo que aún nos queda mucho por conocer aquí, y la desconfianza nos invade.


















Papa, mira qué figuritas!:



miércoles, 6 de febrero de 2013

Un día festivo cualquiera





Ya sabemos dónde se esconden, por lo menos, la mitad de la población de Luanda de entre 12 y 20 años en un día festivo: la playa!

La semana pasada teníamos intención de volver a Mussulo, pero no había motoristas disponibles que nos llevaran al embarcadero, que está bastante lejos, y en su lugar decidimos ir a pie hasta la playa más cercana, la primera de la Ilha. Agua, gorra, bambas y a la aventura! Camina que caminarás, pasamos por algunas calles principales que aún no conocía, pero que se parecen a todas las demás porque las aceras están levantadas (de ahí que vayamos a la playa en bambas). Vimos edificios muy nuevos, otros muy viejos o mal conservados, eso no se sabe, y tiendecitas interesantes de figuras artesanas. En el trayecto también esquivamos montones de basura, porches oscuros que dan mal rollito, vigilantes de seguridad durmiendo en sillas delante de las puertas de lo que sea que se supone que están vigilando y evitando también gotitas de agua que caen de los aparatos de aire acondicionado a cada metro. Cuando nos cruzamos con un chico que llevaba una caña de pescar y luego a un hombre que vendía una langosta viva en plena calle, no había duda de que estábamos cerquita. En total, ni más ni menos que una hora de camino. Ya véis que la palabra aventura no se queda corta cuando se trata de ir andando a la playa! Y al llegar a la arena... toda la Luanda adolescente masculina estaba allí!! Y empieza el espectáculo...

Olvidaos de la típica escena de playa llena de color por los parasoles y toallas que inundan la arena, porque no. Erámos los únicos con toalla, además de otros tres hombres blancos que había por ahí. Parasoles, unos dos o tres, por decir que había alguno. Había grupos de chicos sentados en la arena y alguno suelto revolcándose y jugando con ella como si fuera la primera vez que va a la playa. Otros grupitos improvisaban rondos de futbol o se dedicaban a hacer piruetas que acababan con un planchazo en el agua. Unas piruetas impresionantes, que conste. Y lo de grupitos es una manera de hablar, porque parecía que todos eran amigos de todos, los grupos se formaban de manera natural dependiendo de lo que a cada uno le apetecía hacer en ese momento. En el agua también había muchos chicos, aunque ninguno pasaba de los tres metros mar adentro, donde el agua cubre del todo. Los más graciosos, sin duda, algunos que intentaban surfear con maderas o derivados, aunque no llegaban ni a la primera ola, jeje.

A los tres segundos, Joan al agua, y todas las miradas dirigidas a él asombrados por su valor de adentrarse más de cinco metros. Luego fui yo, y descubrí que si caminas más de tres metros de agua adentro ya no tienes que hacer nada más porque las olas deciden por ti. Ya hacen bien estos chicos siendo previsores, que sabiendo que la gran mayoría no sabe nadar, me haría sufrir verlos meterse mucho.

Tomamos el sol un ratito mientras les observábamos, aunque no aguantamos mucho porque el sol se hacía notar demasiado. Aun así, os dio tiempo a vernos metidos en un rondo involuntariamente, y más nos valía estar atentos porque el chico que teníamos más cerca no daba ni una con la pelota! Falló un chute que hubiera salido en más de un programa de la tele, y a mi se me escapó la risa!*  El chico me miró, se quedó parado y... enseguida se le dibujó una sonrisa de oreja a oreja a él también. Me lo quedaba!! El contraste aquí es que también vimos a un hombre sin pierna. No es que me sorprenda que a un hombre sin pierna le guste disfrutar de la playa, más bien al contrario, me parece genial, pero mentiría si dijera que no me sorprendió su actitud tan natural. Se había quitado la pierna postiza y la tenía derecha a su lado, con la zapatilla puesta. Cuando tuvo ganas de bañarse se arrastró por la arena con mucha destreza y, al llegar a la la zona mojada se puso en pie y llegó saltando hasta el agua. Segundos después volvió junto a su pierna para seguir disfrutando del espectáculo de los chicos y las vistas al mar. Admirable la aceptación y adaptación de la situación. Quizás este comentario me lo podría haber ahorrado porque la actitud de ese hombre es la que debería ser normal, no lo sé, pero no podía ignorarlo.

Y el camino de vuelta... Otra hora más, claro! Pero con el típico cansancio que siempre se arrastra cuando uno va a la playa, aunque no hayas movido ni un dedo (sí papa, yo también me acabo de acordar del chiste! jijiji), y sin aguaaa!

Y el lunes, más playa! Aunque fue muy distinto todo, ya os contaré!



* Cuando escribo, me gusta leérselo a Joan antes de colgarlo, es mi capricho de compartirlo primero con él. El caso es que el Míster me acaba de decir que el chico no falló el chute, que era una estrategia para engañar a los demás jugadores... No se lo voy a discutir, está claro, pero voy a mantener mi visión de los hechos, que para eso escribo yo el blog!  ;p