sábado, 17 de agosto de 2013

Barra do Dande


El sábado pasado nos aventuramos a visitar Barra do Dande, al norte de la costa angolana, con Cati y Alex. En el camino hicimos uso de nuestras guías de Angola para informarnos sobre qué íbamos a encontrar allí exactamente, porque tampoco teníamos muy claro el destino, ni cómo llegar, ni si habría carreteras decentes que nos llevaran, ni gasolineras...

Un poco de lectura colectiva en voz alta dentro del coche y una horita más tarde ya estábamos allí. No tuvimos ningún problema por el camino, ni siquiera nos perdimos, las carreteras eran como las habituales aquí y vimos unas cuatro gasolineras. A estas alturas ya no hay duda de que cualquier guía angolana queda anticuada en un año. Pasamos por alguna zona bastante impactante, de esas en las que de momento no nos atrevemos a sacar la cámara, pero sí hicimos fotos de otras zonas un poco menos escalofriantes que también dan de qué hablar. Y claro que sí, también pasamos por zonas bonitas:














La primera visita que hicimos al llegar fue la cima de una pequeña colina. Sólo bajar del coche se intuían vistas muy chulas, pero un militar nos dijo que no podíamos estar allí, así que tuvimos que conformarnos con las mismas vistas unos metros más lejos, pero que también eran bonitas.






Bajamos de la colina y entramos en un recinto turístico sin mucho misterio. Palmeritas estratégicamente colocadas, bar-restaurante, pocos turistas, todo muy cercado y lavabos decentes. Esto último lo agradecí muchísimo. 







Después fuimos a una de las playas que se veían desde la colina, y allí pasamos un buen rato de relax. Temperatura perfecta para poder estirarse vestidos y no tener necesidad de bañarte. Paseando por la orilla descubrimos qué eran esos misteriosos agujerillos en la arena... casitas de cangrejos!
Cangrejitos de distintos tamaños y del mismo color que la arena, que sólo los veías cuando caminaban, o más bien dicho, sprintaban, porque tela con lo rápido que iban!  










Y por último paramos en la desembocadura del río Dande, que es una zona que se podría llamar "de pescadores", que soy incapaz de describir, espero que las fotos reflejen el ambiente del lugar. Nos encantó ver a un niño de no más de tres años lavando su propia ropa y los dos chicos bailando capoeira a lo lejos. Yo también me animé a bailar :) 















Y de camino a casa, cuando ya estábamos entrando en la ciudad y contentísimos con lo bien que había salido el día, nos cruzamos con un policía sediento de blancos. Muy malhumorado, buscando cualquier excusa para multarnos, pidiendo documentos del coche que ya no tenemos porque otros policías nos los han requisado en otras ocasiones. Después de las amenazas de quedarse el coche, 30$ escondidos entre los pocos documentos que teníamos para enseñar solucionaron el problema. Así es como funcionan las cosas aquí, y comparando mi reacción con la de la primera vez, creo que me voy acostumbrando...


martes, 13 de agosto de 2013

Nuevas impresiones


Y cuando menos me lo espero, resulta que ya llevo una semana en Luanda. 

Las impresiones han sido muy distintas a las de la primera vez que pisé el suelo africano. Para empezar, diría que un 80% de pasajeros en el avión eran igual o más blancos que yo, cuando hace unos meses fue exactamente lo contrario. El primer golpe de aire de este lugar al bajar del avión que describía la primera vez, ya no me golpeó igual. Este olor tan característico ya era conocido y más fresco en mi cabeza de lo que hubiera dicho nunca. El peligro ya no me rodeaba y el calor... nada que ver con el de la primera vez. Ahora aquí vivimos en pleno caçimbo, ese duro invierno angolano que te obliga a llevar una chaquetita encima de la camiseta de manga corta cuando sopla el viento. 

Las carreteras, las aceras, los coches, los edificios y demás ya no me sorprenden, todo es "lo normal". La gente quizás es lo que veo más distinto: ya no son todo caras desconocidas, ni me parecen todas tan iguales. Ya distingo a ciertas personas del club, y aunque parezca absurdo, para mi es todo un logro! Me sabía fatal confundirlos a todos... Y tampoco tengo la sensación de que me miren tanto como antes, en parte porque he aprendido a ignorar las miradas, y por otra parte porque toda esa gente del avión también anda por aquí, no puedo ser la rara. 

Y el tráfico... definitivamente, a eso creo que no me acostumbraré nunca. 

En cuanto al piso puedo decir que Joan, él solito, ha hecho de este lugar un hogar. Yo sólo tuve dos días para desinfectar cada centímetro cuadrado e improvisar algún marco con fotos para que él estuviera a gusto cuando yo me fuera, y al volver, ha resultado ser que este humilde pisito es nuestra casita angolana. Y oye, no se está nada mal! Aún no me he encontrado ninguna desagradable visita cucarachil y Gina, la empleada del club que viene a limpiar una vez por semana, parece que las mantiene a raya. Aunque también hay que tener en cuenta que Joan tiene ojos en la nuca y espera cualquier despiste mio para rociar las esquinas con anticucal... Que lo sé!! ;) No deja de ser un piso muy humilde, pero está muy bien situado dentro de la ciudad y está bastante bien apañado. Ya colgaré fotos y explicaré cosas curiosas de este nuestro hogar que no tienen desperdicio.

Y a toda esta harmonía se le suma que no estamos solos. Ahora hay vida social aquí también. Para Joan empezó hace unos meses, cuando consiguió traer al club a Alex, un entrenador de futbol de Barcelona que también se ha aventurado a vivir esta aventura africana, y que a su vez ha traído a su pareja, Cati, que ha resultado tener una amiga que tiene otra amiga viviendo aquí. Total, que no estamos solos, y ahora ya podemos hacer planes de playa, de cenas y de barbacoas en grupo, cosa que se agradece muchísimo.

Ayer mismo fuimos a un partidito de futbol informal, de esos en los que un grupo de chicos sedientos de pelota alquilan un humilde campo y las parejas vamos a ver cómo juegan nuestros chicos, aunque a decir verdad no sabríamos decir qué equipo va ganando, ni a qué equipo pertenece cada uno, porque no nos hemos fijado ni en el color de la camiseta que llevan. Mil y un temas de conversación nos han tenido bien distraídas. Pero oye, hemos estado bien a gusto y hemos pasado un buen rato, aquí en Luanda.

viernes, 2 de agosto de 2013

La aventura continúa



Siento cosillas en la barriga... 

Que son nervios en toda regla, no me engaño. 

A tres días de volver a Angola aquí estoy de nuevo. Por petición popular en parte, aunque por necesidad principalmente. Gracias por apoyarme de esta manera :)

Hace ya cuatro meses y medio que aterricé en Barcelona para seguir con los preparativos de la boda y demás. Ya casi ni recuerdo cómo era mi día a día angolano, pero es que pensándolo friamente ahora, desde la tranquilidad de mi sofá, 2 meses no es mucho tiempo, y vivir en un hotel con todo hecho tampoco es vivir una ciudad. Vaya, que ahora resulta que esos dos meses no fueron nada! Suerte que lo tengo todo escrito y mil fotos, porque veo que tengo demasiada facilidad para pasar página! 

El caso es que recuerdo perfectamente que, cuando aterricé, lloré mucho. De hecho lloraba antes de aterrizar, viendo Barcelona desde el aire, desde esa prespectiva tan fantástica que los aviones ofrecen. Y Cristina es testigo de mi llorera. Me recibió de lujo, y la pobre tuvo que aguantar lágrimas y más lágrimas. Claro que echaba de menos a Joan, pero no era eso lo que me hacía llorar. Lloraba porque todo me parecía increíblemente bonito, limpio y ordenado. Todo como debía ser, ignorando los tiempos oscuros que corren por este país. La gente, toda persona que veía me resultaba familiar y me inspiraba muchísima confianza. Entonces escuchaba la voz de megafonía pidiendo que no desatiendiera la maleta, que había riesgo de robo, pero para mi ya no existía ese tipo de miedo, estaba en casa. Creo que lloraba de felicidad, pero mi reciente lado africano lloraba de tristeza.

Cuando llegábamos a mi calle volví a llorar y, al abrir la puerta del piso, más lágrimas. Mi casa me pareció un autèntico palacio. A este punto Cristina me dijo que si seguía llorado así no me dejaría volver a ir... pero enseguida se me pasó. Los dos primeros días me sorprendía ver un simple supermercado de barrio, pero en nada ya estaba en mi pecera y nadaba como el pez que siempre he sido aquí. 

Y la vida en Barcelona seguía, y además seguía a lo grande. El bodorrio de Cristina, nuestra propia boda, la de Bea, la noticia de que mi Cristi se casa el año que viene, la llegada de Pau, la de Valentina... Sin desperdicio! Y el objetivo de verano cumplido: primiaventura en Santander y estar aquí para el cumple de mi Txell, que por una cosa u otra siempre me pillaba fuera. Y ahora, disfrutando de los últimos días con mi gente y mi familia. Despidiéndome, a la vez... Mil y una imágenes angolanas vienen a mi cabeza.

El lunes empecé a recuperar todos estos recuerdos. Pasaporte y visado en mano, la última vacuna puesta y el billete electrónico en la bandeja de entrada, son señales inequívocas de que en nada, mi aventura africana va a seguir adelante, y esta vez en serio. 

Peeeero... en tres semanas estoy aquí de vuelta, que la boda de mi Celia no me la pierdo por nada del mundo! Aunque sólo por unos días... que esto es sólo el calentamiento! ;)