El sábado pasado nos aventuramos a visitar Barra do Dande, al norte de la costa angolana, con Cati y Alex. En el camino hicimos uso de nuestras guías de Angola para informarnos sobre qué íbamos a encontrar allí exactamente, porque tampoco teníamos muy claro el destino, ni cómo llegar, ni si habría carreteras decentes que nos llevaran, ni gasolineras...
Un poco de lectura colectiva en voz alta dentro del coche y una horita más tarde ya estábamos allí. No tuvimos ningún problema por el camino, ni siquiera nos perdimos, las carreteras eran como las habituales aquí y vimos unas cuatro gasolineras. A estas alturas ya no hay duda de que cualquier guía angolana queda anticuada en un año. Pasamos por alguna zona bastante impactante, de esas en las que de momento no nos atrevemos a sacar la cámara, pero sí hicimos fotos de otras zonas un poco menos escalofriantes que también dan de qué hablar. Y claro que sí, también pasamos por zonas bonitas:
La primera visita que hicimos al llegar fue la cima de una pequeña colina. Sólo bajar del coche se intuían vistas muy chulas, pero un militar nos dijo que no podíamos estar allí, así que tuvimos que conformarnos con las mismas vistas unos metros más lejos, pero que también eran bonitas.
Bajamos de la colina y entramos en un recinto turístico sin mucho misterio. Palmeritas estratégicamente colocadas, bar-restaurante, pocos turistas, todo muy cercado y lavabos decentes. Esto último lo agradecí muchísimo.
Después fuimos a una de las playas que se veían desde la colina, y allí pasamos un buen rato de relax. Temperatura perfecta para poder estirarse vestidos y no tener necesidad de bañarte. Paseando por la orilla descubrimos qué eran esos misteriosos agujerillos en la arena... casitas de cangrejos!
Cangrejitos de distintos tamaños y del mismo color que la arena, que sólo los veías cuando caminaban, o más bien dicho, sprintaban, porque tela con lo rápido que iban!
Y por último paramos en la desembocadura del río Dande, que es una zona que se podría llamar "de pescadores", que soy incapaz de describir, espero que las fotos reflejen el ambiente del lugar. Nos encantó ver a un niño de no más de tres años lavando su propia ropa y los dos chicos bailando capoeira a lo lejos. Yo también me animé a bailar :)
Y de camino a casa, cuando ya estábamos entrando en la ciudad y contentísimos con lo bien que había salido el día, nos cruzamos con un policía sediento de blancos. Muy malhumorado, buscando cualquier excusa para multarnos, pidiendo documentos del coche que ya no tenemos porque otros policías nos los han requisado en otras ocasiones. Después de las amenazas de quedarse el coche, 30$ escondidos entre los pocos documentos que teníamos para enseñar solucionaron el problema. Así es como funcionan las cosas aquí, y comparando mi reacción con la de la primera vez, creo que me voy acostumbrando...